El Fondillón: reliquia de la viticultura española

Tercera parte

 


Su fama le precede
Es el Fondillón, también conocido históricamente como vino de Alicante, un vino multisecular, de auténtica adoración para algunos y, para los más, un auténtico desconocido, extremo que casi forzó su absoluta desaparición, como un fósil vitivinícola, hasta que resurgió de sus cenizas allá por la segunda mitad de siglo XX.
El Fondillón, fue uno de los vinos de postre más afamados del mundo; un vino con “denominación real”, que durante un largo período de cuatro siglos fue el auténtico protagonista de muchas mesas reales, papales y de ambientes palaciegos y de la nobleza, pero también de los genios, de los científicos, de los escritores, de los aventureros, de los músicos, y de los artistas en general.
Un vino que dio la vuelta al mundo, acompañando a Juan Sebastián Elcano en su segundo viaje alrededor de la tierra después de Magallanes. Siguiendo al almirante Julio Guillen Tato, acompañante en la travesía de Elcano, muchos marineros se libraron de morir a manos del temido escorbuto, que por aquel entonces era una enfermedad no identificada, que hacía crecer de forma horrible las encías de los marineros hasta que no se veían sus dientes”.
En 1510, Fernando el Católico prohíbe en la provincia de Alicante la distribución de vinos de otras tierras y en 1596, Felipe II confirma esta prohibición, que poco a poco se convierte en un privilegio. El especial proteccionismo contribuyo a engrandecer y consolidar unos vinos cuya notoriedad empezó a extenderse por países como Inglaterra, Escocia o Flandes, lo que provocó un trasiego incesante de naves de medio mundo por el puerto alicantino en busca del afamado líquido.
El monopolio iniciado en 1510 se terminó parcialmente en 1756, permitiéndose la exportación de vinos del interior de la provincia hasta autorizarse la liberalización del comercio del vino en 1834. Francisco Martínez Montiño, cocinero mayor de Felipe II, cuenta que los príncipes japoneses que visitaron al monarca, reconocieron inmediatamente el Fondillón que habían llevado los navegantes españoles a Oriente, y que los embajadores que hicieron su visita a España, a finales del siglo XVI, al ser obsequiados con el vino exclamaron: “¡Pero si este es el famosísimo "Vino de Alicante" que tanto renombre tiene en diversos países!"
Peter Towsend, viajero de la Gran Bretaña, describió en el siglo XVIII la elaboración del Fondillón de la siguiente forma: “vendimian la uva, sacan los granos del racimo y los ponen sobre cañizos de mimbre bastante elevados. Los dejan allí durante quince días, expuestos al sol y al viento para evaporar la humedad superflua, después de lo cual lo meten en la prensa. Una vez prensado, cae con sus hollejos en la cuba donde sufre la fermentación. A continuación, lo descuban y lo guardan en toneles durante muchos años”.
El Duque de Saint Simon, cronista oficial de la Corte de Francia, cuenta en sus memorias que el rey francés Luis XIV -el “Rey Sol”-, aquejado de una larga enfermedad que le tuvo postrado en Versalles hasta su muerte, durante los últimos meses de la vida del monarca la única fuente de alimentación estaba prácticamente constituida por el Fondillón y los bizcochos.
El Fondillón, conocido entonces como ”Alicante”, causó verdadero furor entre los artistas, escritores y poetas de toda Europa. A título de ejemplo, Henri Beyle, más conocido por su pseudónimo literario Sthendal; asimismo enamoró al escritor y dramaturgo francés Alexandre Dumas (padre), no menos enópata gastrónomo y bon vivant que Sthendal, incluso publicó un excelente diccionario de cocina tres años después de su muerte. Dumas cita el Fondillón en su celebérrima novela El Conde de Montecristo, puesto que era uno de sus vinos favoritos; es más, se lo dio a conocer al sorprendente visionario de Nantes, Julio Verne.
Apasionados de este vino fueron también el escritor veronés Emilio Salgari, quien lo cito en varias de sus novelas; el excelente compositor y genial pianista Fréderic Chopin y de su no menos famosa pareja Aurore Dudevant, conocida popularmente como George Sand. Ella cuidó de Chopin durante sus últimos años de enfermedad, preparándole magnificas “Clafoutis” de manzanas (una especie de crêpe relleno de manzanas horneadas que casaba magníficamente con el Fondillón).