25 de Julio 2013

Rioja, la tierra del vino

Octava parte


El legado del vino. Emprendedores e ilustres personajes en el nacimiento del vino de Rioja
Haro: la capital del vino
Son numerosas las referencias a la población de Haro desde el siglo XI. Sin embargo, para obtener datos más precisos sobre la organización y el cuidado de las viñas hay que esperar a los fueros concedidos a Haro por el rey castellano Alfonso VIII en 1187.  El 10 de mayo de 1301, es otro rey de Castilla, Fernando IV, llamado el Emplazado, el que también concede una carta de privilegio para favorecer y alentar la feria que se celebraba intramuros de Haro. También en las Ordenanzas por las Justicias de las villas de Haro y Labastida, de 13 de junio de 1443, hay datos y documentos sobre las “heredades de pan y vino.….”
En 1669, Haro cuenta con 116 bodegas y 65 cuevas, con un total de 43.308 cántaras. Estamos en el siglo XVIII, y el problema se centra en conseguir un camino para hacer llegar el vino a Santander y las provincias Vascongadas. Gracias a un acuerdo entre los municipios de Briñas, Haro, Briones y la provincia de Álava, cuyos gastos se sufragan entre todos, se proyecta y construye el llamado “Camino de las Conchas” que facilita la salida de los vinos por el Camino Real de Postas y, enlazando hasta Samaniego, con la ruta que se estaba construyendo entre Laguardia y Vitoria.
Es en 1850 cuando se produce la auténtica transformación de Haro, y ello es debido, en gran medida, al daño causado en los viñedos franceses por el oídium en primer lugar y, más tarde, por la filoxera. Los bodegueros y comerciantes galos adquieren, al principio, vinos con alta graduación de la Rioja Baja y, poco a poco, se van decantando por la mayor finura y elegancia de los vinos de Haro, Briones, Laguardia y Labastida.
En 1861 se habían iniciado las obras de la línea férrea Tudela-Bilbao y había que encontrar un emplazamiento adecuado para la estación de Haro, cuestión que dividió a los partidarios de situarla en la zona del “Pardo” o en la zona conocida como “Cantarranas”. En los terrenos de “Cantarranas” se habían instalado comerciantes y bodegueros franceses como Alfonso Vigier o Charles Boisot, que venían a comprar vino debido a los estragos que estaba causando la primera plaga del mildiu. Al final, en 1863 se inauguró la estación de ferrocarril de Haro en los terrenos de “Cantarranas”.
 Muchos comerciantes bordeleses (Savignon, Parlier, Dupeyron, Vigier, Lepine, Denis, Serres, Boisot, Kruger, Lavatout, Heff, Catalina de Vandeben, Blondeau, etcétera) convencidos de que los vinos de Haro podían superar en calidad a sus reservas, adquirieron terrenos en los alrededores de la estación de ferrocarril por la facilidad para dar salida a su producción, aportando sus más avanzadas técnicas en viticultura, vinificación y comercialización del vino.
También algunos cosecheros franceses elaboraron vino en la propia bodega que pusieron en marcha, aprovechando los viejos calados, como fue el caso de los Hermanos Savignon que acabarían convirtiéndose en Bodegas Bilbaínas en 1903. Para entonces, ya se habían instalado desde hacía años R. López de Heredia Viña Tondonia (1877), Cvne (1879), Gómez Cruzado (1886) y La Rioja Alta (1890). Años más tarde vendrían otros tantos como Muga, Federico Paternina, Bodegas Roda, etcétera.
El vino en Haro fue la actividad principal que contribuyó al desarrollo de la ciudad en los siglos XVI y XVII, destacándose no sólo las viejas bodegas excavadas en el cerro de Santa Lucía, algunas de las cuales continúan en uso, sino también algunos de los edificios más emblemáticos de la ciudad y la expansión del casco urbano fuera de las antiguas murallas. Los vinos que se elaboraban entonces parece que eran muy parecidos a los vinos tintos del año actuales.
Como ya hemos dejado dicho en capítulos anteriores, se adoptó el método Mèdoc (uva despalillada, trasiegos, estabilización y crianza en barrica de roble…) acuñándose la expresión “vinos finos de Rioja” y situándose a la vanguardia y el liderazgo de los vinos tintos españoles. Pero aún faltaba en Haro el gran proyecto para crear un centro de investigación vinícola cuya iniciativa se inició en 1886 por el entonces Alcalde de la ciudad don José Gárate.
Después de sucesivas peripecias administrativas  y políticas, incluyendo pugnas entre Logroño y Haro, por Real Orden de 25 de enero de 1892 se creó la Estación Enológica de Haro como centro científico y de investigación vitivinícola que, en unión de su poderosa Junta de Cosecheros y su dinamismo comercial desde hacía siglos, con el mercado de la lana y su producción hortícola y cerealista, hicieron de Haro la capital del vino, eso sí, con permiso de Logroño sede del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Calificada Rioja.