29 de Julio 2013

Rioja, la tierra del vino

Novena parte


La producción del vino de La Rioja
La zona de producción de la Denominación de Origen Calificada Rioja (DOca) se encuentra en la parte superior del curso del río Ebro, en ambos márgenes del mismo, y cuenta con una serie de condiciones naturales especiales que resultan idóneas para el cultivo de excelentes viñedos. Al encontrarse relativamente cerca del golfo de Vizcaya, toda la zona se beneficia de una clara influencia atlántica, aunque por el Este recibe corrientes que provienen del Mediterráneo. Este sensible equilibrio meteorológico, con sus distintas temperaturas, abundantes precipitaciones e intensas heladas ocasionales, crea los requisitos indispensables para producir unos vinos redondos y con gran elegancia.
Hay tres subzonas con una serie de características vitivinícolas diferenciadas: Rioja Alavesa, con claro predominio e influencia del clima atlántico y suelos arcilloso- calcáreos. Rioja Alta, en la que también predomina el clima atlántico con suelos arcilloso-calcáreos, arcilloso-ferrosos y aluviales. Rioja Baja, con un clima más seco y cálido por su influencia mediterránea, con suelos arcilloso-calcáreos y aluviales. En definitiva, su tipo de suelo resulta muy adecuado para una viticultura de gran calidad, con una estructura muy equilibrada (arenas, limos y arcillas principalmente), pobre en materia orgánica y con cierta disponibilidad hídrica durante el verano.
Además de esta variedad de suelos descritos, así como de microclimas que permiten, en función de factores como la orientación del viñedo y otros, elaborar un abanico de vinos con personalidad diferente, la verdadera columna vertebral de La Rioja se encuentra en el río Ebro, demostrando que toda gran región vinícola tiene cerca un gran río.
La Rioja Alavesa está estructurada fundamentalmente por pequeños viticultores, contando con la mayor proporción de la variedad tempranillo (94 por cien del cultivo son de cepas tintas). Las fincas, relativamente pequeñas y cuidadas con esmero, suelen producir cosechas muy buenas generalmente, contando con una superficie de unas 13.000 hectáreas. A todo ello se añade que la situación de las viñas que se encuentran en pendientes de las faldas de la cordillera Cantábrica, así como los sedimentos calcáreos de los montes circundantes, dan al suelo unas condiciones ideales. De esta manera, las cepas que se encuentran a media distancia entre la orilla del río, expuestas a las nieblas y a las heladas en las montañas, son muy apreciadas porque el viento seca las uvas cuando llueve y, en cambio, en verano las refresca.
La Rioja Alta es la zona de producción en la que se encuentran las grandes bodegas centenarias. Aquí la proporción caliza del suelo es mucho menor y las parcelas son de mayor superficie. Podemos encontrar cepas legendarias que dan una calidad extraordinaria desde hace siglos. La mayor parte del cultivo es de la variedad tempranillo, convirtiéndose en la mayor superficie de la región con alrededor de 26.000 hectáreas.

La Rioja Baja, situada al sur de Logroño, su plantación de viñedos se sitúa en la segunda posición en extensión, con poco más de 22.000 hectáreas, incluyéndose ocho municipios de Navarra. Aquí, debido a las temperaturas más altas, las cosechas son más tempranas, circunstancia que permite que la variedad garnacha sea la que mejor se adapte a este clima.
Algunas bodegas de La Rioja no disponen de viñedos propios o tienen muy pocos, por lo que compran la producción de la vendimia en las tres subzonas referidas, adaptando los vinos a las condiciones de cada añada. Aquí en La Rioja se nota especialmente el “principio o ley de la compensación en la producción”. Este hecho significa que algunas deficiencias climáticas como heladas o granizos de una parte de la región puedan equilibrarse con la vendimia sin mácula de las otras partes.
Las bodegas clásicas, que de modo tradicional elaboran vinos finos de variados tonos rubís en tinas de madera tienen su contrapunto en algunos cosecheros y elaboradores, tipo château de la nuevas generaciones. Estas haciendas elaboran sus vinos a partir de la propia vendimia, dejando que los mostos tintos reposen largo tiempo en contacto con el hollejo para lograr un color más oscuro, reduciendo el tiempo de crianza en madera con el uso de barricas nuevas. Tendencia, sin ningún género de dudas, más consolidada la de elaborar vinos más afrutados y frescos y con una carga menor de madera.