21 de Enero 2015

La arqueología submarina rescata 200 años después de un naufragio una botella intacta de vino Fondillón de Alicante

Segunda parte

El hundimiento del Deltebre I es para los arqueólogos un pecio -barco hundido-, y se aplica a los restos de barcos naufragados que se pueden excavar total o parcialmente, encontrándose no sólo bajo el mar, sino también en tierra firme, si bien es cierto que una excavación arqueológica subacuática es notablemente más complicada, pues además del empuje constante de los cuerpos hacia la superficie (flotabilidad) y las capas de sedimentos que recubren los objetos enterrados, se unían otras circunstancias adversas como las fuentes corrientes costeras que obligaron a los arqueólogos a trabajar amarrados con cuerdas al propio yacimiento, así como la continua descarga de sedimentos que el delta del Ebro produce y que dificulta sobremanera los trabajos de excavación.
Sin embargo, las razones expuestas anteriormente se transformaron en una ventaja para la conservación del material arqueológico al permitir que se cubriera muy rápidamente de fango y arena lo que supuso una protección contra su degradación y, así, de esta forma fue también como, muy especialmente, se protegieron un par de cajas cerradas de vino Fondillón que, por tratarse de un vino de calidad, sólo consumían los oficiales.
Como curiosidad interesante conviene tener en cuenta que todavía casi más importante que la propia conservación de la comida era la de la bebida en un buque de entonces. En efecto, el agua estaba habitualmente corrompida por su estancamiento en los barriles, bebiéndose abundante cerveza y otras bebidas alcohólicas diluidas en el agua, como el ron rebajado en agua mezclado con zumo de limón y azúcar, bebida que protegía a las tripulaciones del terrible escorbuto gracias a la vitamina C del limón.
Volviendo al hallazgo de las dos cajas de vino Fondillón y, muy especialmente, al de una única botella que se encontraba en perfecto estado y aún sin descorchar, es muy esclarecedora la descripción que hace un viajero británico, Joseph Townsed, con motivo de su visita a la huerta alicantina en época del rey Carlos III (s XVIII), describiendo así la elaboración del vino Fondillón:
“Recogen la uva, separan los granos del racimo y lo extienden sobre cañizos de mimbre bastante elevados; los dejan allí durante quince días sometidos a la influencia del sol y el viento para evaporar la humedad superflua, después de lo cual lo prensan….y una vez prensadas, cae con la piel en la cuba donde sufre la fermentación para colorear el vino, que sustraen a continuación para ponerlo en los toneles”.
Este vino dulce, delicado y misterioso, producto de la exclusividad, envejecido un mínimo de 10 años en barricas de roble, reconocido y protegido por la propia Unión Europea, y declarado como uno de los cinco vinos del mundo con nombre propio, es el resultado de unas condiciones singulares que se dan en el campo de Alicante con un tipo de suelo peculiar, un clima con unas temperaturas, vientos, lluvias y humedad determinados, y una variedad de uva exclusiva como la Monastrell, que necesita la proximidad del mar y que requiere de altas temperaturas en su período de maduración, así como primaveras frescas, soleadas y aireadas en su fase de brotación y florecimiento.
Este vino caracterizado por una graduación alcohólica de 16º / 18º, procede naturalmente del propio azúcar existente en la uva, y sólo una decena de bodegas están autorizadas por la DO de Alicante para su elaboración, gozando de fama mundial como han atestiguado y lo han dejado plasmado en sus memorias y/o escritos insignes viajeros y escritores como William Shakespeare, F. Dostoievski, Daniel Defoe, Hans Christian Andersen, Emilio Salgari, Casanova, el compositor y pianista Fréderic Chopin, el escritor y adelantado a su tiempo Julio Verne o el escritor galo Alejandro Dumas -padre- autor de obras tan famosas como Los Tres Mosqueteros, El Conde de Montecristo o la Reina Margot, en las que a través de sus páginas se hacen menciones y alabanzas al vino alicantino.
Según me contaron en el propio Museo Arqueológico de Alicante (Marq), un pequeño grupo de elegidos tuvieron la ocasión, única, histórica e irrepetible, de catar una mínima cantidad del vino extraído de la botella rescatada, sin descorchar ni dañar el tapón a través de una jeringuilla creada al efecto, dando fe todos ellos del perfecto estado en que se encontraba el mismo y de su robustez y añeja dulcedumbre.
En definitiva, un auténtico fósil vitivinícola, una maravilla vamos. Hay que beberlo y degustarlo en silencio y armonía, casi postrándonos de hinojos en el suelo porque, no lo dudes, este vino “con denominación real” hay que beberlo de rodillas. Amén.

 

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