Agosto 2013

Paseando entre cepas por las Casas de Viña de El Puerto

Caminar unos diez kilómetros de recorrido por un paisaje rodeado de viñedos es una forma de contemplar lo que ha sido el resultado de la evolución natural y, también, como se ha ido modelando el mismo por la actuación humana. A lo largo del recorrido comprobamos como se dispone el terreno en sucesivas e interminables lomas y suaves pendientes que, en la lejanía, bien parece un mar verde solidificado.
Todo este relieve que ocupa el término municipal de El Puerto de Santa María se levanta sobre el lecho del mar y la marisma posterior que ocupó toda esta zona hace millones de años. El plegamiento alpino (etapa de formación de montañas -orogenia- que se produjo durante el Cenozoico, cuando África, el subcontinente indio y la pequeña placa de Cimmeria chocaron contra Eurasia, entre 68 y 1,5 millones de años) es el responsable de esta forma ondulada que hizo aflorar la albariza, tierra blanquecina de origen calizo, típica en los suelos de la zona del Marco de Jerez (Jerez de la Frontera, El Puerto de Santa María y Sanlúcar de Barrameda).
Es, precisamente, ese notable contenido en carbonato de cal el que produce ese color blanquecino a las tierras albarizas, compuestas también por arcilla y sílice. Este sílice proviene de los caparazones y conchas de microorganismos milenarios que se encontraban en esta zona cubierta por el agua y cuya presencia da finura a la albariza.
A lo largo del recorrido te vas dando cuenta como el hombre, responsable del parcelario, del cultivo y de los caminos que, por doquier, se encuentran, ha ido edificando, posiblemente sobre otras edificaciones más antiguas como las villas romanas y las alquerías medievales, las casas de viña que aquí y allá se levantaron entre mediados de los siglos XVII y XIX, en este amplio período del negocio vinatero.
Durante los siglos citados algunas fincas fueron propiedad de poderosos cargadores a Indias, que las destinaban a olivar y viña, comerciando con sus aceites y vinos en las colonias españolas en América.
A mediados del siglo XVIII, las posibilidades de negocio en el mercado británico se incrementaron de forma notable, produciéndose la transformación de la vitivinicultura tradicional en una agroindustria vinatera moderna.
Esto consistía en el envejecimiento de los vinos, la libertad de precios, el comercio a lo largo de todo el año, la construcción del nuevo tipo de bodega-catedral y la constitución de nuevas empresas que eran propietarias de viñedos, criadoras y exportadoras de vinos.
La segunda fase en este gran cambio de la vinatería del Marco de los vinos de Jerez se produjo tras las Guerra de la Independencia y la emancipación de las colonias españolas de América, teniendo un gran protagonismo los empresarios indianos y los montañeses. Fue a partir de entonces cuando se empezó a construir en el Puerto de Santa María el gran polígono bodeguero del Campo de Guía.
Con todo ello se incrementó la superficie de viñedo y el paso de la propiedad de algunas viñas a manos de viticultores y bodegueros, reparándose y mejorándose antiguas casas de viña y levantándose otras nuevas.
En las fotografías tomadas recorriendo todo este hermoso paraje, además de las propias cepas y sus frutos, hemos encontrado estas denominadas “casas de viña” que presentan una apariencia en su arquitectura de estilo neoclásico. En general, se levantan sobre muros y pilares, cubriéndose con techos a una o varias aguas y con azoteas sobre forjados de madera.
En casi todas las fachadas de las casas destacan sus portalones de arcos sobre pilares y/o columnas, el uso de cantería vista o pintada en las cornisas, zócalos y pretiles. La mayoría de los colores empleados son los tradicionales blancos, calamocha y almagra en paramentos, zócalos y poyetes, junto con el ocre de las tejas y el verde de las puertas y ventanas.
La plaga de filoxera, que destruyó casi todo el viñedo de la zona entre finales del siglo XIX y comienzos del XX produjo cambios en el cultivo, la propiedad, las distintas modalidades de explotación de la tierra y el caserío. En la actualidad, ya no se elabora vino en todo el paraje del denominado Pago de Balbaína, recogiéndose cada campaña y trasladándose en remolques a las numerosas bodegas y cooperativas del Marco de Jerez.
Aquí, una y otra vez, cambia el paisaje no sólo con la luz, la brisa marina, la calima, la neblina, etcétera, sino también con el ciclo vegetativo de la vid (brotación, salida de la hoja, floración, envero, vendimia y caída de la hoja) y con la labores y faenas que realizan los viticultores a lo largo del año.
Sin duda, la belleza de este paisaje es poliédrica y es resultado del esfuerzo, la forma de hacer y el trabajo de muchas generaciones de viticultores, cosecheros y elaboradores.