SEPTIEMBRE 2016
El vino, la cadena alimentaria y su trazabilidad - segunda parte
Dos son los tipos de canales de venta de la distribución alimentaria y el vino, como alimento, no es ajeno a ellos. Por una parte, se encuentra un canal de ventas muy organizado y concentrado en manos de grandes grupos de distribución minorista que, a su vez, cuentan con superficies de venta de grande, mediano e incluso, actualmente, pequeño tamaño, con un elevado poder de negociación frente a los proveedores. En el sector del vino son, principalmente, los grandes grupos de bodegas y las grandes bodegas las que se encuentran en situación de colocar sus productos en los lineales de las grandes, medianas y pequeñas superficies.
En segundo lugar, el otro canal de venta se encuentra formado por multitud de pequeñas empresas especializadas de tipo familiar, con superficies de venta al público de reducido tamaño ubicadas en distintos lugares como mercados municipales, galerías de alimentación, tiendas especializadas, etcétera. En el sector del vino estarían representadas por las vinotecas y enotecas fundamentalmente, sin excluir otro tipo de establecimientos especializados para la venta y el servicio del vino por copas, acompañado por otros productos de alimentación gourmet o delicatessen.
Esta marcada dualidad, en la que el vino no es una excepción, condiciona sobremanera el funcionamiento de las relaciones de los distintos agentes que operan en la cadena alimentaria, y pone de manifiesto la existencia de asimetrías en el poder de negociación para la colocación de los productos derivando, en ocasiones, en falta de transparencia para la formación de precios y en prácticas comerciales potencialmente desleales, cuando no contrarias a la competencia, que vienen a distorsionar el funcionamiento del sector agroalimentario en general y del vino de manera singular como se está viendo con las ventas de vino por debajo de su costede algunas bodegas por parte de grandes superficies que, además, de dañar la categoría y el prestigio del producto de las bodegas, como consecuencia de una clara “venta a pérdidas”, lo compensan con el incremento de ventas de otros productos puestos a la venta.
Por tanto, resulta manifiestamente indispensable, para evitar graves distorsiones en el correcto funcionamiento de la cadena alimentaria, garantizar un valor añadido sostenible que revierta a favor de todos los operadores y, además, beneficie a los consumidores, desarrollando todo el potencial del sector agroalimentario español.De ello se colige que la cadena alimentaria es un conjunto de actividades realizadas por los diferentes operadores que intervienen en producir, transformar y distribuir alimentos o productos alimenticios -caso del vino- . De este conjunto de actividades se excluyen, de forma expresa, y por establecerlo la vigente normativa comunitaria y nacional, las actividades consistentes en el transporte de los alimentos o sus productos transformados, así como las actividades propias de los sectores de la hostelería y la restauración.
Conviene tener en cuenta que cuando en la cadena alimentaria se habla de alimentos y/o productos alimenticios, se está refiriendo a cualquier sustancia o producto dispuesto para ser ingerido, tanto si ha sido transformado de forma completa o parcial, como si no ha sido transformado. Aquí se incluye el vino, como bebida y producto alimenticio transformado originariamente de la uva, así como el agua que se incorpore de manera voluntaria al alimento durante su fabricación o producción, preparación o tratamiento.