Crónica

Tras solucionar un pequeño contratiempo con el transporte (siempre le pone algo de chispa), salimos de Madrid a eso de las 18.00 horas. Todos cómodos y perfectamente pertrechados para la ocasión. Las mochilas iban cargadas de ilusiones y al regreso las sensaciones eran, sin duda alguna, de satisfacción y felicidad para nuestro espíritu. Ya se sabe que no hay mejor medicina para el cuerpo que la de un buen vino. Siendo más de una decena los vinos degustados, todos ellos de altísimo nivel, se colegirá que nuestro corazón regreso exultante. La tierra, de manera generosa, nos permitió degustar el maravilloso fruto de Baco y, además, recoger muestras de ópalos menilitos.
Como siempre, en anteriores salidas vitivinícolas, mineras, o ambas, Pepe, el propietario del hostal la Tobarreña, donde solemos hacer noche cuando vamos por la zona, nos atendió con cuidado y diligencia. Dado lo avanzado de la hora, nos acercamos hasta Casa “El Albero” (aperitivos y comidas con trapío como reza su leyenda) con la benéfica intención de reparar nuestros estómagos.
Con fruición y delectación íbamos dando cuenta, uno tras otro, de las viandas que nos servían, regado todo ello con la querida monastrell de las D.O.s Jumilla, Yecla y Bullas. Entre unas y otras cosas, chismes, comentarios, y chascarrillos varios, la medianoche nos pillo desprevenidos todavía con la copa de vino en la mano. La concurrencia salió más que satisfecha y enfilamos sin dilación hacia el lugar de pernocta.
Casi todos los miembros de la comitiva fueron a reposar sus cuerpos en sus respectivas habitaciones, pero algunos, sin concitarnos previamente para ello, decidimos pasear el casco histórico de Hellín, en torno al cerro del castillo en la parte alta de la ciudad. Brujuleamos entre sus callejuelas, estrechas e irregulares, con manzanas de viviendas adaptadas a las curvas de nivel del cerro en el que se enclavan. Se conservan algunas bellas casas señoriales, originales de los siglos XVII-XVIII, como las casas de Salazar y del Conde.
Más de una hora deambulando por aquí y por acá, bajando y subiendo, fue suficiente para dar fe del adagio que nos recuerda: “la comida reposada y la cena paseada”. Llegados al hostal, “cada mochuelo a su olivo” y hasta la mañana siguiente a las 8.30 horas.
Se celebran en Yecla las populares y tradicionales fiestas de San Isidro, declaradas de interés turístico regional. Y ¡vive Dios! Que lo son. Gozan de gran arraigo en la ciudad y, en general, en toda la comarca, por su tradición agrícola. Acabamos de llegar y nos encontramos absortos contemplando los vivos colores y bellos motivos de las carrozas de las peñas que desfilan en la Cabalgata. Me cuentan que los diseños se montan sobre los remolques de tractores que han de ser decorados con diminutos trozos de papel de seda de manila que se arrugan y se comprimen para cubrir las estructuras, representado, algunas, escenas y aspectos relacionados con la labranza.

Pero no podemos hacer esperar a Raquel en Bodegas Castaño. Yecla cuenta con dos zonas características geográficas muy diferentes: Campo Arriba (altitud entre 700-800 metros y suelos pobres en materia orgánica) y Campo Abajo (altitud entre 400-500 metros con suelos frescos y más ricos, especialmente en humus). Después de recorrer amplia y extensamente parte de sus viñedos, en la zona conocida como “Las Gruesas” (terrenos calizos y pedregosos), disfrutamos de la floración de cepas de las variedades cabernet sauvignon, syrah, garnacha, monastrell por supuesto, y otras variedades blancas como chardonnay, sauvignon blanc, etcétera.

En los últimos 30 años, la bodega ha estado nítidamente definida por dos objetivos: la modernización y desarrollo tecnológico de sus instalaciones y la calidad de sus vinos. Después de pasar varias horas en la bodega, recorriendo y viendo sus instalaciones, así como escuchndo las explicaciones sobre el proceso de elaboración, damos fe de que uno y otro objetivo están conseguidos, incoporando avances en materia de agricultura ecológica, implementado, además, sistemas de calidad y gestión medioambiental en todos los proceso desde el viñedo.

Todavía nos queda algo de tiempo para degustar esos vinos de un alto nivel de calidad y diferentes niveles de crianza en roble de acuerdo con las exigencias de cada vino. Desde los jóvenes blancos monovarietales de macabeo de agricultura ecológica, pasando por los coupages de macabeo y chardonnay con algo de barrica, siguiendo con Dominio Espinal Selección y Hécula monastrell hasta desembocar en el tinto con 12 meses de crianza de Castaño Colección.
Todo un universo de sensaciones que todavía perduran en nuestra memoria olfativa.

El tiempo es inexorable no hay tregua. Hacemos acopio de alimentos, agua y refrescos, antes de dirigirnos a nuestro siguiente destimo en Agramón (Albacete).  

Toda la zona se encuentra bajo la silueta de un antiguo volcán, lo que le confiere su especial singularidad. Se trata de un pitón o chimenea volcánica. En general, la zona periférica del volcán es una mezcla mineral formada por fragmentos poco cristalinos de rocas volcánicas, así como por fragmentos de rocas encajantes.
Es en esta zona, junto a la cuenca del embalse de Camarillas, en la que se formaron los yacimientos de diatomitas sobre extensas cuencas de origen lagunar. La diatomita es una roca sedimentaria silícea compuesta esencialmente por acumulación de restos de diatomeas (plantas acuáticas unicelulares). La diatomita se forma por la consolidación de un fango o barro constituido principalmente por la sílice (ópalo) que forma los caparazones de las diatomeas. Su presencia delata la existencia en el pasado de esas grandes cuencas lagunares. Pues bien, es aquí hasta donde hemos llegado para recoger los curiosos ejemplares de ópalos menilitos.
Estos ópalos asemejan y modelan las más variadas y diversas formas y tamaños de figuras humanas y animales, así como los más inusitados objetos. Es indudable que muchos artistas se han inspirado en la naturaleza y en la morfología de los mismos para crear y tallar sus obras.
Algunos de los ópalos menilitos recogidos se encuentran con pequeños fósiles incrustados de muy buena factura en cuanto a su morfología, conservación y belleza. Observados con simples lupas de aumento se comprueba que tienen un caparazón en forma cónica con varios giros y espirales alargados. Los hay de diferentes tamaños pero, en general, los encontrados hasta ahora no alcanzan el centímetro.
Se trata de un molusco acuático (Gasterópodo) denominado “Turritella”. Su concha tiene un grosor bastante fino y se encuentra provisto de numerosas estrías con un desarrollo en espiral. La abertura, donde se encuentra la cabeza, tiene forma oval.

Este gasterópodo vivía en fondos marinos con sedimentos de fangos, siendo muy común, especialmente en los yacimientos del período Eoceno, entre 55 y 34 millones de años, (Era Cenozoica), durante el cual tuvo un gran desarrollo evolutivo, siendo considerado un fósil guía para la citada era Cenozoica.
A unos escasos 3 kilómetros se encuentra el Poblado de las Minas. Se accede por un camino existente justo enfrente de la estación vieja. El poblado recibe este nombre a consecuencia del alumbramiento de azufre que existe en la zona y que ya explotaron los romanos.
Desde el camino frente a la estación vieja proseguimos por un túnel que se conecta con un antiguo pozo minero, pasando después por la Central Eléctrica y continuando hasta llegar al mismo Cañón de los Almadenes.
Se trata de una garganta en cuyo fondo se enclava el río Mundo. Es un desfiladero formado por la erosión que el río ha realizado en la roca, destacando sus formaciones cársticas y las surgencias de agua por doquier.

Al ocaso, regresamos a nuestro cento de pernocta para darnos una buena ducha y reponer nutrientes. La jornada nos ha deparado numerosas emociones enomineras que la gran mayoría de ellos no han experimentado hasta hoy. Y mañana, a proseguir.

Hablar de Bodegas Viña Elena y de la familia Pacheco es conjugar el ayer y el hoy, la tradición y la novedad, la vieja usanza y la modernidad: es la trilogía. Nos recibió Loles Cutillas y pronto se estableció un buen clima de afinidad y cordialidad que tenía un común denominador: la viña y el vino. Se unió al grupo Elena, una de las hijas de la dinastía Pacheco, gerente y enóloga, con quien tuvimos la fortuna de compartir unas horas en sus lares.
Mientras transitábamos por el viñedo recreándonos en las nuevas plantaciones de syrah, cabernet sauvignon y por supuesto monastrell, cultivada ésta última en vaso y de forma tradicional, evocaba Elena el trabajo realizado en un pequeño por su abuelo, Francisco Pacheco, en los años cincuenta del siglo pasado. Después, en la década de los años 70, también del siglo pasado, la incorporación de su padre, Paco Pacheco, al frente de la bodega supuso un gran avance en actualizar las instalaciones y construir un nuevo edificio. Elena, en unión de otros miembros de la familia, cierra, por ahora, la trilogía con la construcción de un edificio colindante al de su padre, en el que pasado y futuro se ensamblan perfectamente.
La ilusión, el entusiasmo, la cercanía y la amabilidad de Elena y Loles hablando del viñedo, los procesos de elaboración y el producto impregnan la atmósfera en la que nos encontramos. Transitamos por terrenos pedregosos con piedras blancas para que no atraigan más rayos solares comprobando, sin ninguna duda, como la monastrell se adapta perfectamente al clima tan caluroso y, también, al suelo.
En la sala en que se encuentran los depósitos de acero inoxidable, nos invita Elena, como algo muy especial, a comprobar directamente la conservación, evolución y propiedades de algunos vinos, tomándolos directamente del depósito. Aquí la monastrell se escribe con mayúscula, es como la fruta bastante madura, catamos vinos con una buen estructura, maduros y golosos, coupage de monastrell, cabernet sauvignon y sirah, suave, elegante y con buenas sensaciones aromáticas.
De forma imperceptible Elena y Loles nos descubren lo mejor de lo mejor, el séptimo cielo: la sala de barricas. Es una auténtica delicia por la disposición de las barricas, la luz, la acústica……la paseamos una y otra vez y observamos sus paredes, arriba y abajo, como si de un templo se tratase. Han conseguido crear un ambiente que te envuelve y te relaja. Es la sala del tesoro repleta de auténticas joyas que reposan y evolucionan hasta que les llegue su preciso momento.
En una sala con expositores de vinos y otros productos de la casa no se hacen esperar algunos de los vinos y viandas de la tierra que nos ensalzan el corazón. Caramba, ¡que almendras! Una exquisitez de la variedad marcona que elaboran, fríen y salan, artesanalmente, como antaño. Tenemos que continuar haciendo camino. Definitivamente nos ha cautivado todo en Viña Elena, es la trilogía.
Atravesamos la sierra del Carche para dirigirnos al final de nuestro periplo enológico y minero en bodegas Carchelo, en el valle del Carche. Allí nos recibe Poñi, que pacientemente lleva tiempo esperándonos aún cuando la hemos puesto en aviso de nuestro retraso. A modo de introducción, Poñi nos ha hecho una interesante exposición sobre la historia vitivinícola de la comarca, retrotrayéndose siglos atrás en el tiempo, que todos hemos seguido y disfrutado con gran atención.
Esta bodega, propiedad de la familia Sierva, es una bodega muy joven -20 años- que cuenta poco más de 200 hectáreas de viñedo de monastrell y otras variedades como syrah, cabernet sauvignon y tempranillo. Es un referente en cuanto a la elaboración de vinos de calidad, siendo pioneros y actuando de guías en el mercado nacional e internacional (exporta casi el 90 por ciento de su producción) a otras bodegas de la denominación de origen.
Sus viñedos se encuentran a una altitud de casi 700 metros, teniendo una gran variedad de zonas entornos que les permiten combinar diversas propiedades en el proceso de elaboración de todos sus vinos. Es una bodega que sin disponer de una gran extensión en sus instalaciones, cuenta con todo lo necesario encontrándose adaptada a un buen nivel de calidad tecnológica en todo el proceso de de elaboración de sus vinos. Tiene un parque de 500 barricas de roble francés.
He leído que su enólogo, Joaquín Galvez, afirma que utilizan una viticultura de precisión, aportando lo justo de agua para que la maduración sea algo más lenta y así conseguir más concentración y aromas en el fruto. Son algo más de las 14 horas y Poñi nos ha preparado en una mesa ad hoc cuatro vinos para su degustación: Carchelo, Altico, Canalizo y Sierva.
El buque insignia de la casa se llama Autista. Es un vino de altísima calidad, elaborado por el prestigioso enólogo de Bodegas Carchelo Joaquín Gálvez. Aroma de frutos negros-terrosos, canela, incienso, cacao, cedro…Según dicen, ha recibido las mejores calificaciones en todos y cada uno de los lugares y revistas donde se ha dado a conocer. Este vino no se comercializa y tan sólo se puede adquirir en la propia bodega. Los beneficios obtenidos con su venta se destinan, de manera exclusiva, a la Asociación para la Atención de Personas con Autismo y Trastornos Generalizados del Desarrollo de la Región de Murcia (Astrade).
Todo un mundo de sensaciones con estos estupendos tintos que no nos resistimos a acompañar de algunos suculentos platos con productos típicos de la cocina murciana. Podríamos definir sus vinos con cuatro notas: potentes, suaves, intensos y elegantes. Qué más podemos pedir. Nos despedimos de Carchelo, una bodega con encanto y personalidad. Gracias Poñi.


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21-22 Mayo 2011

Viñedos y Bodegas

Castaño, 

Viña Elena

Viña Carchelo

  • D.O. Jumilla

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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